Inquietudes

EL AMOR EN TIEMPOS DEL COVID-19

Rosi Ruiz Joaquín

Cuando estés leyendo este artículo seguro ya llevamos algunas semanas de aislamiento en nuestros hogares para protegernos de este indestructible virus Covid-19, de la familia de los coronavirus. Jamás hubiera pasado por mi mente que se llegaría a paralizar cualquier actividad a nivel mundial. Esta vez la ficción palideció ante la realidad. Si alguien me lo hubiera platicado algunos años atrás lo hubiera creído loco, que sería imposible creerlo, pero hoy estamos viviendo esta realidad. Las noticias no son nada alentadoras y muchos países la están pasando muy mal. Lloramos por ellos y oramos por nosotros. 

Mi artículo anterior (Cancún, de Manteles Largos) lo dediqué al aniversario de nuestro municipio. Ahorita deberíamos estar de bombo y platillo haciendo ruido y gran festejo, los preparativos ya estaban casi listos, pero el destino nos dio un vuelco sorpresivo e inesperado. Precisamente expresaba en mi columna de cómo sus habitantes nos hemos levantado juntos ante las amenazas y adversidades que nos han tocado vivir durante estos primeros cincuenta años, pero no pensé al igual que tú que nos estuviera amenazando un gigante enemigo que nos pondría la prueba más dura en la vida de toda la humanidad.

Todavía desconocemos los estragos socio-económicos que afectarán a nuestro país al igual que al mundo entero, pero debemos tener fe, mucha fe, de que nuestras oraciones serán escuchadas para salir bien librados de esta pandemia y recuperar lo que nos robó, además de la libertad. Estamos en una enclaustrada convivencia diaria con los nuestros, que quizás para muchos no es nada fácil por muchos motivos, ya sea por las diferencias de carácter de cada uno o quizás porque vivimos en espacios muy pequeños, o también porque tenemos niños pequeños e inquietos adolescentes que provocan que la paciencia se nos termine pronto, o porque el dinero no alcanza o porque nos desesperamos por no poder ver, abrazar y besar a otros miembros de nuestra familia (me incluyo), o por muchos motivos más. Pero aquí es donde tenemos que aplicarnos con buena dosis de mucha  paciencia, tranquilidad, serenidad, creatividad, armonía y tolerancia.

Hoy, en nuestro hermoso estado de Quintana Roo no hay norte ni sur. Hoy todos somos uno, estamos espiritualmente tomados de las manos en oración, sin importar religión, creencia o partido, pidiendo a nuestro Altísimo que bendiga a nuestro país, a nuestra gente, a nuestras familias, a nuestros empleados, a nuestros doctores, enfermeras, químicos y biólogos que son ángeles en la Tierra, así como a nuestro gobernador y a nuestros alcaldes que tienen en sus manos la responsabilidad de librar la peor batalla de su vida; sin embargo, deben saber que no están solos porque todos estamos con ellos, porque el amor y la esperanza nos engarza como cadenas de acero irrompibles e indestructibles ante la adversidad, porque aunque no será fácil trabajaremos juntos y nos pondremos de pie con las manos y la frente en alto una vez más.

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