Inquietudes

AMISTAD DE TODA LA VIDA

Por Rosi Ruiz Joaquín


A finales de los años treinta del siglo pasado, nacen dos hermosas niñas, cada una pertenece a diferentes familias de la isla. Desde pequeñas crecen juntas ya que pertenecen a una comunidad muy chica. La misma escuela, los mismos juegos, los mismos amigos. Su niñez y juventud fue como la de las otras chicas. Es a esa edad que no existen las preocupaciones. Es esa edad en la que hay amores y desamores. Donde papá decide su futuro y mamá lo apoya sin rezongo. Llegan a la edad adulta y sus tiempos de juego y estudio quedan sólo en la memoria. El amor toca a sus puertas. Se casan. Forman un nuevo hogar. Forman sus propias familias. Nacen y crecen sus propios hijos. Son comerciantes junto con sus esposos, por lo tanto, también están atentas del negocio. Trabajan hombro con hombro. Ellas ya no se ven como antaño, ya no se visitan como era su costumbre, sin embargo en sus escasos encuentros en algún lugar, en alguna calle, se saludan como hermanas, se quieren, platicar un momento y se despiden. Cada una toma el rumbo hacia su nido, a escasas tres cuadras una de la otra.

Con el tiempo aparecen las primeras arrugas y las primeras canas. Sus hijos ya crecieron. Las hijas de cada una de ellas también enlazan una amistad de toda la vida. Luego llegan las nietas quienes serán amigas entre ellas de toda la vida. Tres generaciones de sincera y profunda amistad, respeto y cariño.

La vejez sorprende a las dos primeras damas. Ya no salen a la calle. Sus achaques les impiden salir de casa. Ya no se pueden ver, ni charlar en esos imprevistos encuentros. Sus vidas se acortan.
Un día una de ellas recibe un regalo. Al abrir el estuche ve un hermoso prendedor de oro. Las lágrimas mojaban sus mejillas. Su entrañable amiga ya pronto se irá al eterno sueño. Es una herencia como símbolo de su amistad de toda la vida.

En estas fechas de amor y amistad se escribe y se habla mucho del tema. Hay flores, corazones y chocolates por doquier. Pero esta vez voy a escribir algo muy peculiar que no deja de ser una historia de amor.

AMOR HASTA LA ETERNIDAD


A finales de los ochenta vivía con mis papás y mis hermanos en la ciudad de México. Éramos aún estudiantes. Mi mamá tenía un periquito australiano color verde. Vivía solito en su jaula. Un diez de mayo, mi hermano le regaló a mi mamá una palomita de Java. Era toda blanca con el piquito rojo. Mi mamá decidió ponerla junto con el periquito verde para que se hicieran compañía. ¡Y cuál fue la sorpresa! A pesar de no ser de su misma especie, se enamoraron. Yo me asombraba de verlos como se daban cariñitos con sus piquitos todo el día. Derrochaban puro amor. Al tiempo, comenzaron a picar el periódico que les poníamos en la base de la jaula. Mi mamá intuyó que querían hacer nido. Les compró un quiote para que comiencen a picar y formar su nido. Era un amor increíble de los dos. El periquito ayudaba a la palomita a picar el quiote. No dejaban de trabajar todo el día y tampoco dejaban de darse cariñitos. De pronto una mañana escuchamos el chillido agudo de uno de ellos. Nos asomamos y el periquito estaba de cabeza con una de sus patitas atorada en el alambre que sostenía el quiote. No tardamos mucho en librarlo pero fue muy tarde, murió de inmediato. Todos nos quedamos muy conmocionados y atónitos. Aún lo recuerdo y me entristece. La Palomita se quedó quieta, paradita en un palito con una profunda tristeza. Yo me daba vueltas para checar y les puedo jurar que le veía las lágrimas en sus ojitos. No paraba de llorar. Seguía paradita en el mismo lugar. Tenía su piquito entreabierto y las lágrimas mojaban sus plumitas alrededor de sus ojitos. Estábamos muy preocupados pero sin poder hacer nada. En la tarde, la Palomita se había bajado, estaba sobre el periódico con su misma pena. Al poco rato que volví, quedé más conmocionada. Ya había muerto. No puedo decir más que fue por amor.

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