Como pez en el agua

Condecoraciones

Nos da mucho gusto compartir que en días pasados se celebró la entrega de la Estrella Polar a la cónsul en Cancún, Katia Vara, en medio de una elegante ceremonia ofrecida en el Jardín de la residencia de Suecia, por parte de la Embajadora Annika Thunborg: “Es para mí un gran honor y placer poder informarles que Su Majestad el Rey Carlos XVI Gustavo de Suecia ha decidido nombrar a la licenciada Katia Vara Sánchez, cónsul honoraria de Suecia en Quintana Roo y Yucatán desde 2011, como miembro de primera clase de la orden real de la Estrella Polar, Nordstjärneorden en sueco, por sus servicios a Suecia y por la promoción de los intereses suecos en la región de la península de Yucatán. Muchas felicidades Katia y muchas gracias por tu trabajo extraordinario particularmente en las áreas relacionadas con asuntos consulares y la promoción de Suecia, su comercio, su cultura y sus valores.”

Katia es una mujer empresaria del medio hotelero y de bienes raíces que nos dice que lo que más le gusta hacer es poder ayudar a la gente, por eso cuando salió la convocatoria para cónsul de Suecia ella simplemente se dijo: ¿por qué no servir a dos países si tengo la oportunidad? Y sin lugar a duda lo ha logrado hacer con una disponibilidad 24/7.

De Katia Vara podemos destacar que: “Lo que más me gusta es cuando logro conectar con la gente, ver en sus caras el agradecimiento aún sin que me digan palabras y afecto de manera positiva afectar sus vidas”.

Como madre, empresaria y cónsul, Katia tiene una prioridad: sus hijas son su prioridad. “He bajado mucho mi ritmo de trabajo porque ellas son pequeñas aún y me requieren. Inclusive ahora por primera vez en muchos años me tomaré algunos meses encargarme sólo de ellas y de temas consulares para precisamente mantener ese balance retomando algunos proyectos personales, pero de lo que estoy muy agradecida es por el apoyo de mi esposo, mis padres, mis amigos y por supuesto con Dios”.

En 10 años de trabajo consular, Katia recuerda un par de vivencias: la primera cuando me llamó en una ocasión un señor, no encontraba su pasaporte y recién se había dado cuenta. Pero ya no había tiempo, le dije que se tomara dos fotografías y que lo veía en el aeropuerto en el mostrador de su aerolínea. Llegué corriendo al mostrador, cargando la enorme máquina que apostilla los pasaportes de emergencia, con mi Pritt en la mano, pegando fotos y llenando formatos ahí mismo. Los empleados de la aerolínea nos echaban porras, logramos hacer el check-in, y luego el señor se fue corriendo para empezar a pasar el filtro de seguridad mientras yo terminaba el proceso, y cuando lo logré agarré todos los papeles y me fui corriendo detrás de él. Logré darle su pasaporte y tomó su vuelo, no sin antes agradecerme y decirme: no creo que nadie más hubiera hecho esto por mí. La segunda experiencia fue un caso muy largo que tomó varios meses de una señora que tenía una condición psiquiátrica pero nadie lo sabía de inicio. Viajaba sola e ingresó al Hospital General por neumonía. Se repuso, pero recaia. Se le detectó lupus y varios problemas más. Durante su estancia ahí yo la visitaba regularmente, y en cuanto me empezó a platicar de inmediato noté que algo estaba mal, sin embargo, un día entre toda la serie de incoherencias que platicaba me tomó la mano, me vio a los ojos y me dijo en inglés “eres un ángel, eres un ángel, gracias”. Días después la dieron de alta pero no podía cuidarse a sí misma. Logré acomodarla en un lugar de asistencia hasta que ya no pudieron más por los cuidados que requería y su comportamiento. Entonces la moví a un centro privado con la atención adecuada para su estado mental. Ella estaba sola, no tenía a quién recurrir. Me encargué de lo que necesitaba: medicinas y estancias en dichos lugares sin importarme la cuestión económica. Era un caso de humanidad… finalmente su vida se apagó. 

Meses después me contactó su único hijo desde Suecia, podía sentir su dolor a través del teléfono y me dijo “Gracias, gracias por haber estado con mi madre en sus últimos días, hace muchos años que no sabemos de ella, siempre pensé que nunca me enteraría de su muerte o que estaría sola cuando sucediera, gracias por no haber permitido eso”. Nunca olvidaré ni a su madre ni a él y las grandes enseñanzas que tuve en el proceso.

Bebe en camino

Natalia Landaverde pensó que ese sábado 19, víspera del Día del Padre, sería un día cualquiera, sin embargo, su novio, Daniel Rock, tenía otros planes: pedirle matrimonio en medio de una reunión sorpresa en la que estaría presente la familia más cercana de ambos. Y como dicta la tradición, Daniel se hincó en una rodilla y pronunció la frase que los comprometió hasta que la muerte los separe. Por si esta noticia no fuera suficiente, Natalia sorprendió a su futuro marido con una noticia igualmente emotiva que la que recibió de su parte una semana antes: Vamos a ser papás en diciembre próximo de una niña. Así que los días consentidos de su pequeño Dani están contados porque en breve serán compartidos. ¡Muchas felicidades!

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