Especiales

Sin llamarme Alicia, vivo en el país de las maravillas

Maylen Sierra Vidales, una cancunense en África

Instalada en Sudáfrica, en la provincia de Kwa-Zulu Natal, Leno Sierra Vidales, vive uno de los momentos más plenos de su vida enfrentando miedos y adversidades, pero adquiriendo valor y experiencia en materia de conservación de la vida salvaje.

Por Esteban Torres P.

Si bien la vida de cada uno de los seres humanos que habitamos este planeta tiene su propia historia, hay páginas que merecen ser compartidas para aprender lecciones que quizá nunca nos toquen vivir, pero de esta forma sabremos sobre temas que pueden enriquecer la nuestra y así, contribuyan a hacer de cada entorno, un mejor mundo el día de mañana. 

Gracias a la magia de la tecnología la distancia no fue un límite para conocer el trabajo que realiza Leno del otro lado del mundo y aunque a veces su actividad diaria le impedía concentrarse en nuestra plática, finalmente la logramos concretar resultando tan interesante como dinámica.

¿Cuál fue el detonante que encaminó tus pasos hacia la vida animal y cuál fue tu formación profesional para lograr tu meta?

“Desde niña observé que mis padres eran amantes de la naturaleza, pero fue especialmente mi papá quien nos inculcó a mi hermano lo maravilloso que es ésta, desde lo más pequeño hasta lo más grande. Estudié comunicaciones, pero desde niña leía y veía documentales y en 2011 me embarqué en esta aventura como voluntaria en Zululand en un programa de monitoreo de perro salvaje africano y vida salvaje para la asociación Wild Life Act; a pesar de no contar con formación profesional, en Guadalajara participé durante un par de años en el programa MoSI (Monitoreo de Sobreviviencia Invernal) de aves migratorias; realicé una práctica de estudiantes de biología de una Universidad de Guadalajara para observar reptiles y así aprender cosas de este tipo. Finalmente, en 2015 me certifiqué como guía de naturaleza ante The Field Guide Association of Southern Africa (FGASA).

¿Alguna vez te imaginaste estar tan cerca de los animales para ayudarlos…?

“Siempre soñé con estar muy cerca de ellos, pero mi filosofía en ese sentido no está a favor de la vida en cautiverio, disfruto verlos en su hábitat natural, ese sí fue mi sueño. Jamás me imaginé trabajar con pangolines, supe de ellos hasta que vine a Sudáfrica en 2011 y conociendo gente de aquí confirmé que es una especie poco estudiada que está en vías de extinción y de inmediato formaron parte de mi lista para verlos al menos una vez en la vida, pero ahora trabajar con ellos es realmente un privilegio”.

¿Hasta dónde te ha llevado tu vocación y qué es lo que más disfrutas de tu trabajo?

“Pues me ha traído hasta el… punto más lejano del mundo, por así decirlo, dejé mi familia, mi trabajo, mi idioma, mi país y todo lo que conocía. Las oportunidades que se me han presentado han confirmado que tomé una buena decisión. Disfruto muchísimas cosas, pero lo mejor es dónde lo hago: en medio de una reserva donde no conduzco por semanas o meses sobre asfalto, no veo edificios, ni mucha gente, no escucho ruido de ambulancias ni nada de eso. Y en este momento estoy respondiendo tus preguntas mirando un paisaje por donde pasan jirafas, elefantes e impalas”.

¿Hasta qué punto has tenido que sacrificar tu vida personal para poder cumplir con la misión que te has impuesto tú misma en la vida?

“No sé si sea una misión realmente, simplemente es lo que estoy haciendo por ahora y no sé por cuánto tiempo más lo podré hacer; he sacrificado mucho más de lo que me pude haber imaginado. Hay muy poca interacción social en cada reserva, depende de quién viva en tu campamento. La gente que nos dedicamos a la conservación de la vida salvaje no sabemos de días; he pasado 57 entre septiembre y octubre sin descanso; organizar un plan con amigos no es fácil; no tengo un trabajo de 9 a 5, y debo estar alerta por si algo pasa, tener tu radio encendido 24/7; somos gente que estamos dedicados cien por ciento al trabajo, a veces pesa la distancia y la familia, pero cuando veo un elefante digo: ¡vale la pena! Y no extraño que pasen días sin tener señal de internet o luz y te adaptas, salvo cuando sé que tengo el compromiso de continuar respondiendo esta entrevista a miles de kilómetros de distancia”.

¿Qué es lo más bello que te han dicho acerca de tu trabajo las personas que están cerca de ti…?

“Pues me han dicho cosas super chingonas, me conmuevo mucho porque mi tipo de trabajo es muy detrás de cámaras, nadie se imagina todo lo que tenemos que hacer para que este mundo siga funcionando, la gente tal vez no oye de nosotros, pero luchamos todos los días cuidando ecosistemas para mantenerlos en equilibrio. Recibo mensajes muy emotivos en Instagram, recuerdo el de una chica de Bolivia que la estaba pasando muy mal en un punto de la cuarentena, pero ver mis historias ayudando animales y disfrutando los paisajes que publicaba en mis redes la transportaban hasta donde yo vivo y eso le levantaba el ánimo. Muchas de las cosas que me han impactado en la vida no han sucedido ni en mi idioma ni en mi país, pero ahora yo me siento uno de esos personajes enviando mensajes en mí idioma inspirando hasta a papás que me usan de ejemplo con sus hijos y eso sí es algo que nunca imaginé”.

¿Alguna vez te has sentido con temor por exponer tu vida ante animales salvajes que no están acostumbrados al contacto humano?

“Muuuuchas veces, es muy difícil de explicar lo que hago particularmente con los pangolines, hacemos muchas estupideces y locuras; aquí hay zonas de vegetación muy espesa, monitorearlos es una chamba que se hace regularmente de noche ya que durante el verano el día alcanza los 47 grados por lo que estos mamíferos no salen de día, actualmente los estamos reintroduciendo dentro de una zona llena de depredadores y esas caminatas son muy riesgosas. Donde vivo hay mambas y cobras, lo que nunca me imaginé fue ver de cerca un búfalo macho y menos unos leones andando a pie; realmente he tenido varios sustos que me mantiene alerta”.

Sin ser propiamente veterinaria, zoóloga o conservacionista ambiental de la fauna, Leno ha tenido que dejar de lado su carrera en Comunicación. “Trabajé en Green Is Good realizando sesiones de fotos para marcas extranjeras como Nike, Ralph Lauren, entre otras, pero siempre fui una fanática de la naturaleza y ahora lo estoy viviendo; me hubiera gustado estudiar profesionalmente algo relacionado con todo lo que hago, pero ya lo estoy considerando”, aseguró.

¿Te imaginas haciendo algo distinto que no sea protegiendo la fauna?

La verdad es que sí me veo haciendo esto y muchas otras cosas más, claro, si llego a anciana. No sé cuánto más pueda hacer. He tenido una lavandería, fui gerente de una joyería; cuando viví en Cancún fui maestra de flamenco y danzas españolas, fui discípula de la bailarina Marisol Moreno y Raúl Salcedo, bailé en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México en 2010. Fui asistente de un director de cine también. Realmente no me veo sentada en una oficina, ojalá que nunca lo tenga que hacer. Cumplí 40 años el pasado 28 de diciembre, es decir, ya he caminado un poco en la vida y he descubierto que a veces uno no escoge lo que quiere hacer, pero si las cosas se ponen rudas y así me lo pone la vida, ni modo, eso también lo haré”.

Después de ver tanto maltrato animal en el mundo, ¿cuál es tu mensaje hacia la humanidad?

“Me cuesta trabajo dar un mensaje. Quizá mi experiencia ya me lo permita, pero pienso que difícilmente podría hacer llegar un mensaje tan directo si antes no han visto o vivido lo mismo que yo; hay mucha gente que ha crecido en una ciudad o tiene un cierto estilo de vida y le cuesta trabajo pensar en otras realidades, quizá lo vean un día en la tele, pero nada más. Lo que siempre aconsejo es que conozcan su entorno, a las especies de aves y los insectos; si cada uno protegemos nuestro entorno directo, con eso haríamos una gran diferencia en el mundo; reubícalos, no los mates, no alimentes animales silvestres. Este es un tema que me molesta mucho, específicamente con la fauna más común de Cancún donde viví mis primeros años, como los coatíes, los mapaches o los cocodrilos. Debemos ser más amigables con nuestro ambiente eso hará una gran diferencia”.

Te gustaría dejar algún legado como la naturalista Dian Fossey, quien conviviera en Ruanda con gorilas de montaña y su vida se convirtiera en una película…

“Sí estaría padre, poca gente sabe lo que hago, pero no es mi fin llevar mi vida a la pantalla. Si mi vida les inspira, que lo hagan y le pongan el nombre que quieran al personaje, no importa que no sea el mío, sino por el trabajo que realizamos en sí… Mucha gente debería saber qué se siente vivir en un lugar así…”

¿Cuál es la parte que más disfrutas de tu trabajo en el día a día?

“Ver a la naturaleza tal cual es, no estoy a favor de los santuarios, tener el privilegio de estar en medio de este equilibrio perfecto es maravilloso. Todos los días encuentro una razón para justificar la decisión que tomé un día”.

Y por último, sabemos que uno de los momentos más duros que has vivido fue un accidente que casi te cuesta la vida: ¿Cómo superaste ese momento y qué modificó en tú vida…?

“No lo sé, lo he pensado mucho y no termino de entenderlo; creo que fue el miedo de quedar discapacitada, eso no era opción. Fue un accidente muy fuerte por el que tengo 14 implantes de titanio, quedé en medio dos pick ups ¡me partió mi madre! Siempre he sido determinante. Fui obediente con los médicos y me concentré en la rehabilitación. Mi esencia no la modificó como tal, a cuatro años de sucedido (14 de mayo de 2016), simplemente puedo decir que mi vida la simplificó, afianzó muchas cosas que pensaba y reforzó muchas otras. Siempre he sido práctica. Después de mi accidente nada me parece tan terrible. Realmente quedé toda rota, pasé mi rehabilitación llorando. Aprendí que la experiencia que vive cada uno nos afecta en la medida de nuestra percepción de la vida que es individual, quizá hay cosas más graves pero salir adelante fue una decisión; la vida es azarosa y las cosas pasan de repente, pero estoy contenta de haberme aferrado, descubrí y recordé que uno se puede morir en cualquier segundo y lo frágiles que somos”, así concluyó nuestra charla no sin antes enviarme algunos videos para conocer su entorno de dónde tomó la inspiración para responder y yo también la mía para escribir.

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