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Margarita
uita
sueños
Vin
¿Margarita Vin o Rendón?
Civilmente soy Margarita Rendón, pero el
Vin es herencia de mi ex marido, y se con-
virtió en mi nombre artístico. Tanto a nivel
local como internacional, nadie me conoce
de otra manera.
¿De qué está hecha Margarita?
De mucho hierro. Soy fuerte, hecha de tem-
ple, difícil de lastimar. Pero maleable con
otras aleaciones como la amabilidad, la
generosidad.
¿De lo bueno, poco?
No. Yo diría que al revés. De lo bueno, mu-
cho.
¿Te gusta el poder?
Sí, y hasta en mi casa. En el argot culinario, me
gusta llevar el sartén por el mango.
¿Y la fama?
Si te ayuda a tus fines, ¿por qué no tenerla?
¿Cuándo metiste tu cuchara en la gas-
tronomía?
Hace 35 años, cuando llegué a Canadá.
Fue cuando empiezo profesionalmente
porque ahí encontré la primera escuela de
gastronomía y ahí es donde doy mi primer
paso. Aunque desde niña me sentí atraída; leía libros, mi mamá me subía en
un taburete para cocinar. Y es en Cancún, en 1984, cuando instalo mi primer
restaurante, La Fondue, en Plaza México.
¿Por qué viniste a Cancún?
Por accidente. Mi marido y yo pensábamos poner un restaurante en Canadá.
Pero como ingeniero mecánico lo contratan para hacer los prototipos de las
líneas del metro en la Ciudad de México. Me planteé la idea de hacerlo en-
tonces ahí. Y en una cena con un amigo de mi papá, muy exitoso empresarial-
mente hablando, le pregunté que si estuviera en mi condición dónde pondría
un negocio, y sin más me contestó: Cancún. Y así fue que hicimos maletas y nos
vinimos a esta latitud.
¿Cocinera por afición o vacación?
Por pasión.
¿Cuál es tu plato fuerte?
La capacitación.
¿Qué horneas en lo gastronómico?
A través de la Asociación Culinaria de México, que es además una asocia-
ción que representa a México a nivel internacional, estoy horneando la cer-
tificación de las escuelas a nivel nacional mediante un programa que lanza
la organización mundial. La idea es que las escuelas estén estandarizadas en
cuanto a sus conocimientos, o sea, que una escuela de México tenga las mis-
mas bases educativas que una escuela italiana, que una escuela china, que
una escuela irlandesa…
¿Tienes una escuela?
Tuve. Fue un proyecto que soñé miles de años, pero creo que en el fondo
nunca debí de haberlo concretado, y menos en esta ciudad. Porque en esta
ciudad lo que descubrí es que es de empleados en gastronomía, no de estu-
diantes en gastronomía. Y como dicen los judíos: cuando un negocio no da,
ponle candado, y yo tuve que ponérselo.
Fotos: Esteban Torres.
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