Especial de Portadatop

Ana Claudia Talancón

Lleva a México y a Cancún en la sangre, crecer en medio de una sociedad apegada a la naturaleza definió su personalidad; actuar es su pasión y su meta ser feliz llevando alegría y ayuda a los demás con su arte

Por Esteban Torres

Considerada una de las actrices más aclamadas de nuestra época, Ana Claudia Talancón ha dado muestra de su capacidad histriónica en cada producción que realiza sin necesidad de heredarla, lleva en su ADN el arte de dar vida a personajes inverosímiles por los que ha conseguido llamar la atención de los reflectores de la crítica cinematográfica, así como de guionistas y directores que reclaman su participación para completar el elenco perfecto.

Llegar hasta ella fue como hacer casting para obtener un papel aunque solamente fuera como extra o asistente del asistente de producción; esperar, insistir y volver a esperar valió la pena hasta que entré brevemente a la escena de su vida, se encendió el micrófono y empezó a compartirnos algunos pasajes de su vida para conocer a la mujer detrás de la actriz, la verdadera Ana Claudia sin maquillaje que es igualmente bella por dentro como por fuera. 

-Cuando pusiste por primera vez un pie adentro de un set cinematográfico, ¿qué fue lo primero que pasó por tu mente? Tuviste miedo, inseguridad, sentiste una gran responsabilidad… y cuando viste el resultado final ¿cómo te sentiste?

“Recuerdo que cuando estuve por primera vez en un set cinematográfico –Estudios Churubusco- fue para la filmación de la película El Cometa; lo primero que pensé fue ¡qué divertido! ¡qué emoción! Era una película de época. Ver cómo habían ambientado todo fue maravilloso. No tuve miedo ni inseguridad, no sé sí sea raro de mi parte, pero no sentí ninguna responsabilidad, al contrario, yo quería disfrutarlo, divertirme. Sentí que lo iba a hacer bien, que lo iba lograr, me moría de ganas porque pasara todo. Cuando vi el resultado final me encantó, me parece una película súper bonita, los productores hicieron un trabajo impresionante; trabajar con actores como Carmen Maura, Manuel Ojeda, Gabriel Retes, Diego Luna, Arcelia Ramírez, me sentí soñada. Me sentí muy orgullosa de mi trabajo, venía llegando de Cancún, más aún porque nadie de mi familia se dedica a esto, yo solita me di unas palmaditas en la espalda y me dije ¡bien hecho! Pero ante todo agradecida por todo el apoyo que tuve”.

-Si dividiéramos tu vida antes y después de 2002 con el éxito de la película “El crimen del padre Amaro” que te valió la internacionalización de tu trabajo actoral, ¿cómo ha madurado como actriz Ana Claudia Talancón y hacia dónde encumbró sus metas desde ese momento…?

“Para mí fue increíble todo el borlolote que se armó con El crimen del padre Amaro; me encontraba en Río de Janeiro grabando un proyecto para Tv Globo cuando me despertaron para contarme del impacto que tenía la película a partir del estreno, los de ProVida querían cancelar su proyección, no lo podía creer. Todo el equipo de producción estaba feliz con el resultado. Gael García Bernal estaba filmando Diarios de motocicleta, en Argentina, así que yo tuve que hacer sola la gira de promoción alrededor del mundo, fui a San Sebastián, a Nueva York, muchos festivales; la presa esperaba verlo a él y terminaron entrevistándome a mí, gracias a ellos se habló mucho de mi trabajo y eso me abrió oportunidades de trabajo en Europa y Sudamérica, definitivamente fue un antes y después. Junto con el éxito de la película pude ir a la ceremonia de los premios Óscar y los Golden Globe. Creo que fue uno de los pasos más importantes en mi carrera por el éxito que tuvo”.

-Algunos de los personajes que te han ofrecido a lo largo de estos años tienen un marcado acento mexicano al ubicarse en épocas de esplendor histórico, ¿eso te trasporta a la mentalidad de las mujeres de ese entonces? y ¿qué características sientes que han cambiado en la idiosincrasia femenina mexicana que trata de representar el nuevo cine mexicano?

“Claro que me transporto con cada personaje gracias al vestuario que muchas veces es original, pero también te das cuenta de más detalles por la forma en que estaban hechos –los vestidos, por ejemplo- estaban diseñados para un comportamiento específico, eran muy rígidos y no podías dar un manotazo, o sentarte con las piernas medio abiertas, todo era muy restringido para conservar una postura recatada, no tan suelta y relajada. Los trajes de baño no eran elásticos. Todos esos factores definieron épocas que he podido volver a vivir a través de mi trabajo.

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