Página 38 - Proyecto Brújula - Jueves 6 - Época 4 - Número 266

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Cancu
niqué
Mariana Orea
S
e decía un “chilango embotellado”, por aquello de que había
nacido en el DF. Pero se enamoró irremediablemente del Caribe mexi-
cano y decidió casarse con él…y serle fiel hasta su último aliento…
Y lo sabemos,
SIGRIDO PAZ
fue uno de sus más entusiastas devotos
en cuerpo, mente y espíritu.
Su carrera profesional, Oficial de Operaciones Aéreas en el Centro de Adies-
tramiento de Aviación Civil de las Naciones Unidas, le trajo a este terruño para
la planeación de su aeropuerto, pero “ya entrado en gastos” aceptó con
“susto” la dirección del proyecto llamado Cancún, del que siempre reconoció
como “el trabajo más interesante que he tenido en mi vida”. Y lo era. Se trataba
de un centro turístico concebido en papel, sin gente… con selva, sol, arena
y mar… Claro, le antecedían muchas horas de vuelo en compañías aéreas,
como Aeroméxico, Mexicana, American Airlines y Canadian Pacific.
Como funcionario de la Secretaría de Comunicaciones se convirtió en todo un
experto en planeación de aeropuertos, incluso a él le tocó la proyección de
la primera ampliación del aeropuerto de la Ciudad de México. De ahí que el
Banco de México le contratara para preparar el desarrollo del aeropuerto de
Cancún y de Ixtapa Zihuatanejo, así como negociar con el Banco Mundial y
el Banco Interamericano de Desarrollo para el surgimiento de Cancún, y ser en
buena medida el Quijote que llevó del sueño a la materialización uno de los
productos turísticos más exitosos de México y el mundo.
Pero
SIGFRIDO
fue más que eso. Fue uno de sus más fervientes promotores,
de sus más entusiastas historiadores, fue la enciclopedia viviente para líderes,
empresarios, funcionarios, comunicólogos, estudiantes, tour operadores.
Del Canal Sigfrido no existe leyenda. Contó él, que más que un homenaje a su
obra fue un recordatorio a “una metida de pata”. Dragó un canal enlodado.
No pidió permiso al Banco Interamericano de Desarrollo, y se saltó el resultado
del estudio de impacto ambiental que mandó a realizar a la Universidad de
México. Casi le cuesta el puesto. Su travesura la tuvo que solventar el Banco de
México, que sobre saldó al cabo del tiempo como devoto esposo, apasiona-
do amante, fiel amigo de su adorado Cancún, que más bien creo fue su dote.
En lo personal tuvimos muchos encuentros profesionales. Pero siempre lo sentí
como cómplice, y siempre cerca, muy cerca. Teníamos coincidencias, y un cariño
mutuo. Ya lo escribí hace unas semanas, y lo vuelvo a escribir: dos décadas
en este terruño han sido suficientes para ser testigo de cientos de llegadas…
y también partidas (físicas, geográficas). Unas duelen más que otras, por los
afectos que se van entretejiendo con el tiempo, pero más por lo que esos per-
sonajes han construido en este paraíso inventado. No es tan fácil hacernos a la
idea de la estrella de mar que ha sido
SIGFRIDO,
y que ahora toma su lugar en
el cielo….
Voilá!
Se fue… Sigfri
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