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“No necesito decirles que a lo largo de tantos años
de amistad guardo innumerables recuerdos de mi buen
amigo don Alfredo Cabrero. ¡Hasta siempre!”.
ALANNA CABRERO
“No basta decir que mi papá era único. No hay mu-
chas personas que puedan decir que su papá festejó
sus 70 años con una fiesta temática de James Bond; que
fue el primero en tirarse a una alberca de cerveza en sus
60; que viajaba por el mundo con un bastón que se con-
vertía en espada y que l iteralmente nos salvó la vida a mi
mamá, mi hermana y a mí dos veces. Es irreemplazable.
“Entre las cosas que admiro más de mi papá: su con-
fianza, su positividad, su manera de reír y su senci l lez. A
pesar de todo lo que construyó en su vida, papi siempre
fue una persona muy senci l la, una persona buena. Tenía
esa energía y manera de ser hacia la cual todo mundo
gravitaba. Me da un mundo de tristeza saber que física-
mente no lo voy a poder abrazar o agarrarle la mano
otra vez, pero me siento increíblemente afortunada de
haber tenido un papá y un amigo tan maravi l loso como
él . Todo lo que me enseñó siempre estará conmigo, mo-
tivándome a ser una persona senci l la, buena, de la que
él estaría orgul loso”.
ABELARDO VARA
“Recuerdo que llegó poco tiempo después que yo, hace
casi 35 años, a poner un restaurante –Romanoff-. Era muy
divertido, y como en ese entonces existían pocos no había
forma de perdérselo. Alfredo, Pancho Morales y yo formamos
el Club Skal; no aceptaban restauranteros, pero lo invité
como amigo honorario. Así nació nuestra amistad.
“Un día me vio l legar medio pensativo, así que me
preguntó qué me pasaba. Le di je que había hecho una
compra, pero que todo el mundo me decía que había
exagerado, y me di jo: ´Si te quieres sentir la mitad de cul-
pable véndeme la mitad’ . Al día siguiente l legó con una
bolsa l lena de dinero, y cuando le di je: ´te voy a hacer
un recibo’ , me di jo: ´sólo dame la mano y así quedamos´.
Ese día Alfredo me ganó, me dio su confianza y yo le di
la mía. Fue algo muy val ioso que siempre cuidé, porque
seguimos haciendo negocios y siempre nos fue bien. Creo
que fue el último hombre en el planeta que hizo eso, por
eso nunca lo voy a olvidar.
“Después viajamos mucho, nos hicimos buenos amigos,
trajimos una camioneta juntos desde el DF y nos venimos
por todos los pueblitos. Era un hombre sencillo, no le gus-
taban los restaurantes de saco y corbata, lo mismo le daba
comer en un buen restaurante que en un lugar modesto.
Era un buen piloto, sabía mucho de autos. Con el paso de
los años nuestras familias se hicieron más cercanas; incluso
nos invitaba a brindar y después cada quien se iba a ce-
nar con sus familias. Jamás lo olvidaré porque convivimos
como hermanos, aprendí mucho de él.
“Alfredo incursionó conmigo en la hotelería y yo par-
ticipé en sus restaurantes. Hace algunos años me vendió
sus acciones, sentía que ya era tiempo de soltar algunas
cosas y como pude le pagué, pero siguió la amistad. Fue
un orgul lo para mí haber sido su amigo y un privi legio
conocer a una persona como él , que no se compl icaba
la existencia para nada, siempre le veía el lado positivo.
Una persona así no la encuentras fáci lmente, pero yo la
encontré”.