Fernando Martí

Fernando.

Cronista de la Ciudad, Habla En el cumple 46 de Cancún

El 20 de abril es el aniversario 46 de Cancún. Un polo turístico concebido en un restirador, cuya concepción muchos pusieron en tela de juicio. Fantasía de Banqueros fue el título de la primera obra histórica de la ciudad, escrita, paradójicamente, por su primer detractor, Fernando Martí,  que al correr de los años se convirtió en el Cronista de la Ciudad de Cancún. Para celebrar su cumple 46 nos sentamos téte a téte con el polémico periodista para hablar del milagro económico en que se convirtió el multimillonario destino, dentro de la geografía turística mundial.

¿Qué te significa ser el Cronista de la Ciudad de Cancún?
Solo te puedo dar la respuesta convencional: un honor y un privilegio. En el desempeño del cargo, un poco de todo: aplausos, silbidos, logros, tropiezos y, lo más importante, tres libros publicados y tres en preparación, más algunos cientos de páginas sueltas sobre los orígenes y la historia de la ciudad. Esa es la esencia, lo demás es vanidad.

¿Cómo te hicieron cronista de la ciudad?
La idea provino de Miguel Borge. Gastón Alegre se lo propuso al Consejo Consultivo. El Cabildo de Arturo Contreras expidió el nombramiento. La fecha la tengo tatuada en el corazón: 11 de diciembre de 1992.

¿Fue por dedazo, amiguismo o por derecho propio?
Sigo siendo amigo de los impulsores de la idea. Sí, hubo dedazo, pero tuvo su lógica. Yo publiqué la primera historia sobre la fundación de Cancún, Fantasía de Banqueros. Es una historia redonda, con muchos elementos, pugnas en el poder, intrigas palaciegas, traiciones, enredos, el heroísmo de los pioneros y el éxito del proyecto. A 30 años de la primera edición, la anécdota se sostiene, realmente explica la génesis de la ciudad. Este año vamos a sacar la quinta edición

¿Qué opina el Cronista de la Ciudad de Cancún de su primer artículo que escribiera de lo que pensó “El paraíso inventado” por banqueros, 46 años después de su concepción?
Tengo perdidos mis primeros artículos sobre Cancún. Como reportero, vine por primera vez en el año 76. Luego volví en el 78, tal vez en el 79, seguro en el 80, y cada vez que vine escribí y publiqué algo. Pero no me acuerdo qué. Desde luego, la historia de la fundación de la ciudad me pasó de noche, esa la descubrí hasta el 84. Algún día voy a buscar los reportajes originales y, si no dicen demasiadas barbaridades, los vuelvo a publicar. Si son muy burdos, irán a dar al cajón de los olvidos piadosos.

¿Cuál es tu punto de vista sobre la evolución de Cancún?
Me asombra el éxito económico, me desespera el infantilismo político, me frustra el desierto cultural.

¿Qué hace un cronista?
De todo un poco: escribir libros, publicar crónicas, organizar coloquios, juntar papeles, rescatar archivos. Es una labor de hormiga, de picar piedra. Te pongo un caso: tengo como 300 fotos antiguas cuyo contenido es dudoso. A veces no está identificado el lugar, a veces los personajes, a veces la fecha. Así que voy a ver a un pionero y las revisamos una por una. Después de dos horas no saco nada en claro, más que pistas; tal vez fulano sepa, me parece que es allá o acullá. Es cuento de nunca acabar. A veces le dedico a la crónica unos minutos, a veces todo el día durante varios días.

¿Cuál ha sido tu mayor contribución como cronista de la ciudad?
Está en puerta. Traigo un programa de rescate documental de la ciudad, con la Universidad del Caribe. Ya rescatamos los archivos históricos de Antonio Enríquez, de Pedro Dondé, de González Castro, de Pepe Irabién, y tenemos muchos localizados e identificados. El otro tema es rescate fotográfico: los pioneros me han dado unas tres mil imágenes de Cancún, y en mi archivo tengo otras cuatro o cinco mil. Hay que identificar y ordenar ese rompecabezas, y, lo más importante, subirlo a Internet para que pueda usarlo la gente. Si se queda en mi armario no sirve para nada.

¿Qué opinión tienes sobre los medios de comunicación, finalmente industria de la que emerges?
A nivel planetario se han convertido en el segundo poder, tan solo detrás del verdadero poder, el económico. Ahí hay un problema ético, porque nadie los eligió, pero su fuente de legitimidad no viene de los votos, sino de la credibilidad: la gente les tiene más confianza que a los políticos. A nivel nacional, la cuestión es evidente: los grandes medios fijan la agenda, hacen sus propias leyes, imponen sus condiciones. Puedes estar mal con Peña Nieto, pero no con Televisa. A nivel local se nota menos, porque vivimos en la edad de las cavernas.

¿Crees que en Quintana Roo hay verdadera libertad de expresión?
No.

¿Qué opinas de la fuente de sociales?
Útil como cualquier fuente, si contiene información. Me enternecen los opinadores que la repudian, y luego se confiesan fanáticos del futbol. Esa sí que es una afición desquiciante, la versión moderna del circo romano, una auténtica fundidora de neuronas. Me cuesta descubrir rangos de inteligencia en una discusión de futbol…

¿Cómo ve el Cronista de la Ciudad de Cancún a la cancuniqué?
Los veo muy poco, casi no hago vida social.
Prefiero las cenas en casa, o en casa de amigos, con pocos invitados, con buena plática. Pero nunca falta la boda de compromiso…

¿Cuál es tu opinión de que muchos te quieran arrebatar el cargo vitalicio de cronista?
Qué bien que haya interesados. Les diría que no se desesperen, yo voy de salida, y también les diría que se preparen, porque esto no te deja: te cuesta. Viajes, congresos, tiempo, espacio de oficinas, comisiones, encargos, todo gratis, o poniendo de tu bolsa. Claro, puedes ir con el alcalde y pedirle un sueldo, pero sin remedio te volverás siervo del poder.

¿Cuál es tu mejor crónica?
La Fantasía, creo, aunque me costó mucho más 60 horas con Wilma.

¿Y tu mejor artículo de opinión?
Soy mal juez. Cuando leo lo que escribí hace años, siempre me queda sabor a vacío, a texto mal redactado. Cómo pude escribir esta babosada, pienso, pero en su momento me pareció lograda.

¿Y tu artículo de fondo?
Sospecho que espera en el fondo de una copa…

Qué nota roja has dado…
No soy de esa liga. Prefiero causar sonrojos…

¿Qué reportaje falta en tu vida?
Siempre traigo pendientes en la cabeza, ideas muy locas que de seguro nunca haré. Te digo una: seguirle los pasos a Payo Enríquez de Rivera. Este señor era obispo de Guatemala y, en viaje pastoral, recorrió mil kilómetros a lomo de mula, desde Guatemala capital hasta el Pacífico. Luego, en balsa, otros mil hasta las costas del Caribe mexicano (se firmaba Payo Obispo y de ahí surgió el nombre original de Chetumal). Terminó como arzobispo de México y virrey de la Nueva España. Sueño con replicar sus andanzas, pero entiendo que son ansias de novillero, no creo que lo haga jamás. Pero ese es el espíritu del reportero: el próximo reportaje, el texto imposible.

¿Cuál es tu carta de alcoba más ardiente?
¿Qué pasó? ¿Cómo así? Las cartas de alcoba son un ejercicio intelectual de alta concentración, totalmente ajenas a la calentura.

¿Qué papelito no habla?
Todos dicen algo, son evidencias indestructibles.

¿Todo periodista tiene un precio?
Sí.

¿Cuánto cuestas?
Normalmente, poco.

¿Puede haber corrupción en el desempeño de un cronista? ¿Por qué?
La peor corrupción posible es estar al servicio de las causas pasajeras, de un bando político, o de un político profesional. Tienes que mantener tu distancia con el poder. Puedes colaborar, pero tienes que estar consciente que estás al servicio de la ciudad, no del alcalde. La otra es tratar de hacer negocios: promover ediciones balines, solicitar apoyos, perseguir comisiones. El cargo de cronista no da para eso. Si quieres sacar raja, búscale por otro lado.

¿Qué viento mueve tu Rehilete?
Los del Caribe, desde brisa marina hasta viento huracanado.

¿Cuál es el ABC de Fernando Martí?
Para la A, mi palabra favorita sería apetito; para la C, curiosidad. Ambas me cuadran, forman parte de mi equipaje. Para la B, de bote pronto, no se me ocurre nada ni medianamente ingenioso, así que vamos a dejarla en B de burro.

¿Qué opinas de que Enríquez Savignac te describiera como el Miguel Ángel de la pluma?
Ocurrencias de un amigo generoso.

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